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Adiciones y Aclaraciones. 441


De la plaza la pintura,
digo aquí, sí no me atasco;
mas el campo me asegura,
pues me ofrece su hermosura
todo el campo de Damasco.

Estaban como mil flores,
los balcones matizados
con los lindos miradores,
conque estaban animados
con viveza sus colores.

Todo estaba ajedrezado
de primaveras y lamas;
pues lo vario en lo colgado
era ejedrez bien formado
para asiento de las Damas.

Por lo de juego desvela
á los ojos lo que pasa,
en brillos de lantejuela;
pues como en justas la plaza,
manteniendo estaba tela.

Al Cabildo y sus decanos,
dan asiento los bedeles,
y aun también los escribanos,
sin escribir de sus manos,
lo señalan con dos eles.

No he de dejar las carrozas
pasar sin yer las mujeres,
que, como damas hermosas,
picadas iban de rosas,
de veinticinco alfileres.

Bien mostraban sus aseos;
pues corriendo las cortinas
entre varios escarceos,
por mostrarse clavellinas,
andaban por mil rodeos.

Puedo decir admirado,
que hubo en los coches Auroras;
pues su cielo bien mirado,
para hacerlas muy señoras,
todo se vino rodado.

Ver la plaza coronada
de variedades tan grandes,
hecha un país por pintada,
y un jardín por matizada,
no hubo en el mundo más Flandes.

Mas pasando las barreras,
que es echar por los atajos,
los tablados y maderas
deste Flandes, primaveras
eran sus Países Bajos.

Así, que los arreboles
el Sol iba retirando,
por miradores, más Soles
ya se iban asomando
y creciendo mirasoles,

A voz de fiesta y sus ritos
resonaron los clarines,
por el Valle en sus distritos;
diciendo ya los festines
las bocascalles á gritos.

Eco haciendo los metales
del clarín en los tropeles,
respondieron los pretales
que aun andando con bozales,
eran unos cascabeles.

En hileras concertadas
un Mayo entero venía,
y quedándose admiradas,
deja la caballería
á las calles desmayadas.

Por la boca de la esquina
entra su flor descubierta,
y mientras ella camina,
de verla tan peregrina,
se está con la boca abierta.

Así que se empieza á ver
tanto animado topacio,
que por tal pudo correr,
haciendo rostro á Palacio
mostró su buen parecer.

Don Juan Antonio galante,
y el grande Vázquez lucido,
se apartaron al instante
con las alas de partido
de aquel escuadrón volante.

De negro y plata igualaban
la gala, que en raso junta
dos cuerpos que en uno andaban,
pues cuerpo á la plata daban
por hacer en todo punta.