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XL Biblioteca de los Americanistas.

mano, sino todo se le tornaba espinas y se le hacía mal,» según dice el mismo Díaz; quien continuaba atribuyendo aquello á la preocupación constante que cual sombra perseguía á Cortés desde la muerte de Cuauhtemotzin. Tan contrariado se vió por la ineficacia de sus descubrimientos en la mar del Sur y la pérdida de las armadas, en que había gastado más de trescientos mil pesos, y tan cansado de empresas, y deseoso de arreglar el recuento de sus vasallos y la resolución de ciertas reclamaciones que en la Corte tenía pendientes, que determinó regresar á Castilla: lo cual verificó después de presenciar en Mexico las fiestas dedicadas á celebrar las paces en Aguas Muertas, hechas entre el Emperador y el Rey Francisco I.

Dispuesto su viaje, «me rogó á mí, refiere nuestro historiador, que fuese con él, y en la Corte demandaría mejor mis pueblos ante los señores del Real Consejo de Indias, que no en la Audiencia de Mexico»; y decidido á seguir el consejo de su caudillo y á ejercer la acción de pretendiente con eficaces fundamentos en que apoyarla, se apresuró á hacer la probanza de sus servicios ante la Audiencia de la Nueva España en los primeros días de Febrero de i539.[1] Pidió y obtuvo, además, cartas de recomendación para la Corte del mismo Marqués del Valle y del buen virrey don Antonio de Mendoza en los últimos días de aquel mes;[2] y «luego me embarqué, dice, y fui á Castilla, y el Marqués nofué hasta de allí á dos meses porque estaba malo. Esto fué, añade, el año de 1540, porque en 1539 falleció la Emperatriz doña Isabel á primero de Mayo, é yo, como regidor que era de la villa de Guazacoalco é conquistador más antiguo, me puse grandes lutos y con ellos fuí á Castilla, y llegado á la Corte, me los torné á poner mucho mayores, como era obligado.» Tan exageradas parecieron aquellas manifestaciones del sentimiento oficial, y tanto llamaron la atención en Madrid, donde á poco de entrar Bernal Díaz

  1. Adiciones y aclaraciones, pág. 369.
  2. Idem, págs. 382-383.