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{{c|366 Biblioteca de los Americanistas.

estando en torno del cadáver le lloraban á grito herido, y en este tiempo era permitido á todo género de personas entrar á verle.

Despejaban, á el terminar de los dos días, á el entrar la noche, el Palacio, y en el mayor silencio de las tinieblas se encaminaban con el cadáver á el lugar del entierro; á que asistía gran cantidad de ahaos y principales, seguidos de gran concurso de pueblo. Precedían los hijos de señores con gran atavío, que llevaban á hombros, de oro, plata, cristales y otras piedras, mantas, esteras, que llaman petates, y plumas de quetzal, papagayos, guacamayos y otros pájaros, viandas de maíz y carnes, y no poco carbón para enterrar con el difunto; porque decían era necesario que á un gran señor no le faltase cosa alguna en la otra vida: por lo menos el carbón para el fuego era excusado, que allí hallarían harto estos infelices, y ellos eran el principal carbón. De esta suerte se formaba un numeroso paseo, con muchos de sus Papaces, que eran los que le ponían en el sepulcro. Llegados á el campo destinado para el entierro, con ceremonias y palabras de despedimiento, que hacían los sacerdotes, le ponían en el sepulcro; ofreciéndole, para que le acompañase (él lo tendría en cuidado) á su gran Dios Exbalamquen. Tenían prevenida una gran olla de barro cocido muy firme y durable, que hoy suelen hallarse algunas, y ésta, puesta en el hoyo, que era muy crecido; acomodaban en ella el cadáver y las joyas y plumas, lo demás ponían en torno de la olla y esta tapaban con una laja, y luego cubrían de tierra toda la fosa. Sobre ella levantaban un cerrillo, más ó menos alto según la calidad del difunto, y este se fabricaba de piedra y lodo: de que se ven hoy infinitos por todas las llanuras, de estos excelentes y fecundísimos valles, que llaman cues.

Fenecida esta función, con grandes ceremonias de cantos muy funestos, tenían labrada una estatua pequeña ó grande del señor que allí enterraban; la cual, con otra tropa de ceremonias ridículas y cansadas por su prolongación, la colocaban con grande veneración en la cima y cúpula de aquel