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discurso preliminar. XIX

caminos, y sostener continuas luchas, y sufrir los consiguientes contratiempos en heridas sin poder curar, y hambres sin satisfacer; siendo aún mayores las penalidades para Bernal Díaz, que, como soldado práctico, iba siempre á la descubierta y á pie; pues no era tierra por donde podían correr los caballos, ni convenía descubrirse con ellos cuando explorando se anticipaba hasta media legua al grueso del ejército. Pero dominadas todas las dificultades y vencidas en arduas luchas cuantas huestes indígenas se opusieron á su marcha, siguieron ésta hasta llegar á la ciudad de Chiapa, «que verdaderamente se podía decir ciudad, por lo bien poblada, y tener las casas y calles muy en concierto, y más de cuatro mil vecinos, sin otros muchos pueblos sujetos á ella que estaban poblados á su rededor.» Entre ellos Cinacatán, Gopanantelán, Pinola, Gueyhuiztlán y Chamula, rindieron obediencia á España al mismo tiempo que los habitantes de Chiapa; aunque los de Chamula sólo momentáneamente, por haberles excitado á la rebelión los desmanes de un mal soldado que fué á atropellarles exigiéndoles oro.

Para aquietarles y satisfacerles castigó el capitán Marín, cual correspondía, al codicioso promovedor, y envió seguidamente emisarios á los chamultecas llamándoles de paz y ofreciendo garantizarles sus derechos; á lo que respondieron tan despreciativamente que obligaron al caudillo á ir contra ellos en són de guerra. Y en verdad que su briosa respuesta supieron bien mantenerla aquellos valientes, defendiendo su patria con el más levantado heroísmo: la cual defensa tocó tan de cerca el galán Castillo como lo manifiesta al decir: «A mí me dieron los chamultecas un buen bote de lanza, que me pasaron las armas, y si no fuera por el algodón y bien colchadas que eran, me mataran; porque con ser buenas las pasaron y echaron buen pelote de algodón fuera, y me dieron chica herida.» Herida que debió escocerle mucho, y excitar grandemente su coraje el desperfecto de la armadura vegetal, porque, aprovechándose del momento de tregua producida por la aparición de una densa niebla, al ver arrimadas muchas lanzas á los aduares y á