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Recordación Florida. 135

que intentaba, pero por entonces surtió mejor efecto el trabajo de esta jornada; porque con la ocasión de acercarse á las costas del Perú, desembarcó en Puerto Viejo, donde, encontrándose accidentalmente con D. Diego de Alvarado, supo el miserable estado en que se hallaba él, y D. Francisco Pizarro, con la diminución de su ejercito; el cual habían destruído los indios de los contornos de Tumbez, porque, apresando muchos en las batallas, les sacaban los ojos y los metían en grandes ollas de agua hirviendo, donde morían atormentados. Teniendo á gran ventura D. Diego de Alvarado y D. Francisco Pizarro, el ver consigo un tan excelente capitán como D. Pedro, asistido de ochocientos hombres de la mejor y más clara nobleza de Goathemala, y con doscientos caballos, le pidieron que les favoreciese y ayudase en aquella tan importante empresa, y que no pudiendo detener su persona les dejase parte de su ejército en su ayuda, (y así quedaron en esta ocasión muchos caballeros de Goathemala á poblar la ciudad Quito y la de los Reyes);[1] y condescendiendo con el ruego de aquellos capitanes, el Adelantado D. Pedro hubo de dejar allá hasta quinientos hombres y los navíos en que había ido. Y aunque algunos autores dicen que fué á aquel Reino llevado de la codicia, y que le dieron por las embarcaciones cien mil pesos de oro; dado por cierto que fuese llevado de la ambición, que no fué sino casual el aportar al Perú, ya se ve cuán buen efecto fué el que se produjo de aquel arribo, y que sus navíos no había de dejarlos de regalo á quienes no tenía obligación; y merecían alguna recompensa las acciones que ejercitó con tanta fineza, en ocación de los mayores aprietos de Pizarro y Almagro, para volverso á Goathemala con algún logro,[2] como lo ejecutó, llegando á estos puertos á fines de Abril de 1535 años.

  1. Garcilaso, caps. IX y XVI.
  2. Libro II de Cabildo, fol. I.