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otros veinte soldados, y que llevase consigo á Fr. Bartolomé de Olmedo. Y habiendo salido de México, tardó más de cuarenta días en la jornada á Tutepeque, y ya que se acercaba con su tercio, salió el señor de aquel país, y los principales, á recibirle, llevándole á aposentar al centro y riñon del pueblo en unos adoratorios de ídolos; pero, precautelándose Alvarado, no admitió el alojamiento, por estar unidas las casas y las calles con estrechura, y pasó á alojar á lo último de la poblazón, donde fué regalado y servido con muy ricos y grandes presentes de oro. Pero en la ocasión de esta jornada fué notado este caballero de demasiadamente ambicioso, y de que viendo que todos los días que allí hizo mansión le regalaban con piezas ricas de este metal, puso preso en cárcel muy estrecha al cacique; murmurándose que era por sacarle toda la riqueza que consigo tenía, y haber tomado el pretexto para arrestarle de que le quería quemar, y á sus compañeros, dentro de aquellas casas. Murió de tristeza y de enojo aquel principal señor de Tutepeque, y entró en el cacicazgo su hijo mayor, corriendo fama que el cacique primero le dio á Alvarado más de treinta mil pesos de oro, y el hijo mucho más. Luégo que sobrevino la fatalidad de su muerte al viejo cacique, fundó D. Pedro la villa de Segura; y como quiera que la ambición de los hombres siempre aspira á conseguir para sí el colmo y logro de las commodidades, y más en la igualdad de los trabajos con que se buscan, irritados, ciertos soldados de que D. Pedro tratase de volverse para México sin hacerlos partícipes de aquel tesoro, conjuráronse; mas no pudiendo la maldad estar encubierta largo tiempo, y D. Pedro fuese avisado de la traición, habiendo salido de caza con ellos mismos, fingió estar indispuesto y necesitar de sangrarse, y volviendo al Real, mandó llamar á sus hermanos Jorge, Gonzalo y Gómez de Alvarado, y á los justicias de la villa, y luégo, instáneamente, hizo prender á los principales cabezas de la conjuración, y averiguado el delito por forma de justicia, mandó ahorcar á dos de los conjurados; y á breves días, dejando fundada la villa, partió D. Pedro para Mexico.