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Recordación Florida. 49

numerosos los escuadrones de los indios, no podía, con el poco número de los nuestros , mantener á todas partes la defensa propia contra tanto número de separadas escuadras. Pero considerando, con española valentía, que era preciso no escapar en este conflicto de vencer ó morir, acometiendo á un tiempo la caballería por una parte, y la infantería por otra, á fuerza de cuchilladas y acierto de los tiros de las escopetas y las ballestas, yéndolos apartando de sí y disminuyendo en número, atropellados muchos de la caballería, quedaron por el sitio estropeados y rotos. Desordenados del todo, dejaron la campaña al arbitrio de los nuestros, sin parecer en tres días; en cuyo término se alojó nuestro ejército en la descubierta campaña, por término de dos días, ocupado solamente en hacer bastimentos por el contorno, y al tercero día pasó el ínclito caballero D. Pedro de Alvarado con su ejército á alojar al pueblo de Quetzaltenango.

Fueron estas batallas (que aun no terminan) tan duramente sangrientas, que, habiendo sucedido todo, como hemos dicho, en las barrancas de Olimtepeque, arrimándose los indios al pie de un cerro, fué tanta la mortandad de indios que en esta ocasión hizo nuestro ejército, que la sangre de ellos corrió á manera de un arroyo desde la falda del monte adelante; quedando todo aquel sitio alagado en ella y cubierto de cuerpos y de espantosas adversidades á la memoria de los indios, que desde entonces al pueblo de Olimtepeque le llamaban Xequiquel, que quiere decir «debajo de la sangre.» Y á la verdad, aunque este estrago, que se hizo en ellos, fué grande, no fué menos el aprieto y conflicto en que se vieron los nuestros; porque en esta batalla parece que se aventuraba todo, á no haber querido la piedad infinita de Dios favorecerlos con darles esta tan celebrada victoria, que no poco crédito y respeto les granjeó entre estas gentes.

Y debe ser muy reparable en esta guerra, el haber hallado á la subida de aquella cuesta de Santa María Jesús la india hechicera; porque así como en la Santa Liga, en que estuvieron unidos para la conquista de la Tierra Santa los reyes de España, Francia y Inglaterra, se les propuso aque-

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