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Recordación Florida. 37

Volaron atropados en cuadrillas los circunstantes, cómplices del embuste, á decir al viejo Rey que su hijo estaba restituido á la vida, y viendo aquella estatua que se movía le dio todo asenso, y consolado y alegre vivió algún tiempo, rigiendo y consolando sus gentes con su gobierno, en toda tranquilidad, hasta que, llegando su muerte, les dejó por heredera de sus estados á la misma estatua. Pero como los indios viesen lo que pasaba, y que la estatua hablaba y trataba con ellos como si estuviera viva, la tuvieron por cosa venida del cielo, y que por esto merecía adoración, como se la dieron sin contradicción ni disputa. Y de aquí tuvo principio el formar sus idolillos y figuras ridículas; y como tocaban, con la experiencia, que les hablaban estas abominables figuras, las adoraban generalmente todos. Pero á la verdad tuvieron uno, que era como el Dios común al culto general de estos indios de Goathemala, que llamaban Exbalanquén, que, según sentir de los más eminentes lenguas, quiere decir esta palabra Dios. Pero en los demás ídolos, era la multitud de innumerable cálculo, que no cabiendo ya en los adoratorios y casas de sus habitaciones, los colocaban en los montes y en las cavernas y barrancos de sus países. Mas no puedo, sin dolor grande, omitir en esta recordación, el que aun todavía están contagiados de este depravado abuso, y que no lo digo como conjeturable, sino como caso experimental; que siendo yo corregidor y capitán á guerra del partido de Totonicapa y Gueguetenango, averigüé, por noticias que me dió el Reverendo Padre Presentado Fr. Marcos Ruiz, del orden de la Merced, cura doctrinero de la sierra, acerca de que, los indios de San Juan Atitlán, de aquella jurisdicción, adoraban en un indio mudo y sumamente asqueroso del pueblo de Comalapa, de este valle de Goathemala, al cual le vestían de las vestiduras sagradas, y puesto en el altar, le sahumaban y ofrecían flores. Y cumpliendo con mi obligación, puse al indio mudo en poder del alcalde ordinario de esta ciudad, por ser su corregidor, y de todo di cuenta al Reverendo Obispo Presidente Don Juan de Santo Mathia. Sacrificios de gallinas y