—Yo no sabía eso—dijo Buby, meneando con pena la cabecita.
Y sin acordarse más del Toisón de Oro, púsose á rezar, como todos los días, sus oraciones de la mañana. Y á medida que rezaba, parecíale que todos los Gilitos pobres y desvalidos del reino se agrupaban en torno suyo, alzando también á Dios sus manitas, y que él decía, llevando, como hermano mayor, la voz de todos:
—¡Padre nuestro, que estás en los cielos!...
Y cuando el rey Buby fué ya un hombre y un gran guerrero, y tuvo que pedir á Dios auxilio en los trabajos, y darle gracias en las alegrías, siempre dijo, llevando la voz de todos sus súbditos, pobres y ricos, buenos y malos:
—¡Padre nuestro, que estás en los cielos!...
Y cuando murió el rey Buby, ya muy ancianito, y llegó su buena alma á las