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RATÓN PÉREZ
Praga que había pegada en la pared, sobre la misma cama.
El rey Buby y Ratón Pérez se pusieron de rodillas con el mayor respeto, y hasta los cazadores ligeros se arrodillaron también, dentro del canasto vacío en que merodeaban silenciosos.
El niño comenzó á rezar:
—¡Padre nuestro, que estás en los cielos!...
Hizo el rey Buby un gesto de inmensa sorpresa al oirle, y se quedó mirando á Ratón Pérez con la boca abierta.
Comprendió éste su estupor y fijó en el Reyecito sus penetrantes ojos; mas no dijo una sola palabra, esperando sin duda que otro las dijese.
Emprendieron el viaje de vuelta silenciosos y preocupados, y media hora
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