lucho por conseguirlo y obtenerlo,
más ¡ay! no olvido mi pasada historia.
Que siempre vaga por la mente mía
fantástica visión.
— ¿Y vuestra esposa,
ignora vuestro ayer?
— Sí; temería
turbar sus sueños de color de rosa.
— Y os amará, ¿es verdad?
— Sí, con locura;
por mí sintió la sensación primera.
— ¿Y es muy bella?
— Su cándida hermosura
es dulce cual la flor de primavera.
Pero yo necesito de otra vida
llena de agitación y de temores.
¿Por qué me hicisteis tan profunda herida?
¡Qué habéis sido el amor de mis amores!
¿Por qué tan tarde, Sara, habeis amado?
¿Por qué tan tarde, Sara, habeis creído?
¿Por qué el genio del mal nos ha inspirado?-
La enferma en esto repitió un gemido.
Y Enrique y Sara sobre el triste lecho
se inclinaron mirando á la inocente,
que con las manos puestas sobre el pecho
fijó en el cielo su mirada ardiente.
— ¿Sufres mucho? los dos la preguntaron.
— Dios me tiende sus brazos, Sor María.
Y sus hermosos ojos se cerraron
cuando su luz el alba difundía.
Enrique y Sara su marchita frente
besaron con profundo sentimiento,
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Amalia D. Soler