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Ramos de violetas

jamás han existido, de muertes expiatorias para redimir á la culpable humanidad, y esa gran figura de Cristo, ese mártir de la barbarie de un pueblo, hasta ahora lo han deificado sin necesidad ninguna: por que para ser el filósofo entre los filósofos, el bueno entre los buenos, y el único hombre justo que ha vivido en la tierra, no es necesario darle los atributos de Dios; él llamaba á los hombres sus hermanos, nunca les llamó sus hijos.

— Amalia yo la creía á V. protestante, pero veo que es V. eso que llaman espiritista, que son los herejes del siglo XIX.

— ¡Los herejes! ¿Y en qué consiste nuestra herejía?

— En que lo niegan Vds. todo, hasta la divinidad de Jesús, que es cuanto hay que decir.

— Sí, señora; la negamos por que Dios no pudo tener predilección por ninguno de sus hijos; porque Dios es solo, único, indivisible, y ese misterio de la santísima trinidad, ha sido el escollo donde han tropezado los mejores oradores del mundo; al llegar á ese punto todos han tartamudeado, ó han dicho la frase sacramental «es un arcano divino» ó lo han explicado de una manera confusa, incierta é incompleta. ¿Necesitaba Dios, para demostrar su