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RAMOS DE VIOLETAS

—¡Oh! Sara de mi amor, tened presente
que cual nuevo Colón, sólo ambiciono
hacer brotar un mundo de mi mente,
y ofreceros en él radiante trono.—
Como era natural, la conferencia
de Sara y del doncel fué terminada.
¿Tuvo este encuentro alguna consecuencia?
¿Nació una historia ó se extinguió en la nada?
Nada de fijo asegurar podemos,
porque sólo sabemos
que Enrique trabajaba, y que afanoso,
sin llegar á ir á Méjico, encontraba
de una mina el filón maravilloso.
En árabe corcel se presentaba
luciendo su apostura y gallardía,
y otras en coche propio paseaba
mirando con desdén y altanería.
Gran casa, mucho tren, mucho boato,
lujosa ostentación: ¡era dichoso!
Ahora falta saber si su existencia
tenía horas de quietud y de reposo.
Prematuras arrugas en su frente,
y sus ojos hundidos, revelaban
que un algo misterioso había en su mente
y que su juventud se marchitaba.
Pero febril y delirante y loco,
seguía siempre con tenaz empeño,
diciendo para sí: «aun tengo poco,
aun no he llegado á realizar mi sueño.»

Un día antes de cumplirse el año
del plazo que él fijara á sus amores,
Enrique se perdió, como se pierden