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RAMOS DE VIOLETAS

¡Se siente una emoción tan poderosa,
es un placer tan grande y tan profundo,
es una sensación tan deliciosa...
que no tiene rival en este mundo!

Enrique se entregó con alma y vida
á gozar de esa dicha pasajera
que nos ofrece una mujer hermosa
cuando la vemos por la vez primera.
Mas como todo acaba aquí en la tierra,
pasó del walz la dulce melodía,
y Enrique dijo con sentido acento:
—Siento por vos extraña simpatía.
Decidme por piedad, ¿quién sois, señora?
necesito saber si sois casada,
late mi corazón, llegó mi hora
de encontrar lo que tanto ambicionaba;
si sois libre os daré mi amor, mi nombre;
si teneis por mi mal antiguos lazos,
de mi camino apartaré á ese hombre
y os arrebataré de entre sus brazos.
Habladme, yo os lo ruego, yo os lo imploro
por lo que más ameis en vuestra vida,
¿cómo os llamais, decid?
 —Me llamo Sara
y me encuentro en la tierra algo aburrida.
Soy uno de esos seres que el destino
arroja en este mundo á la ventura;
hoy alfombran las flores mi camino,
porque admiran los hombres mi hermosura;
me han dicho que el amor es sombra vana
y que el oro es la fuente de placeres;
que me olvide del ayer y del mañana,