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AMALIA D. SOLER

una de esas Ondinas Celestiales
que nacen del vapor de las espumas.

Enrique la miró magnetizado
y exclamó con acento tembloroso:
—No os aparteis, señora, de mi lado
y dejad que un momento sea dichoso.

Un walz ardiente, rápido, excitante,
nos brinda su dulcísima armonía;
hay en sus notas algo delirante
que responde á mi afán, hermosa mía!

Venid, venid y os llevaré en mis brazos
aunque sienta que el orbe se derrumba,
y feliz yo, si tan hermosos lazos
no los deshace ni la misma tumba.—

Ciñó su brazo la gentil cintura
de aquel ángel de amor, que sonriente,
un mundo de placer y de ventura
llevaba escrito en su marmórea frente.

Si hay algo que al amor le preste alas
y haga olvidar la prosa de la vida,
es sin duda esa música inspirada
que á un goce delirante nos convida.

¡Bailar un walz con el objeto amado,
sentir latir un corazón de fuego,
y aspirar un aliento perfumado,
es confundir la tierra con el cielo!