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AMALIA D. SOLER

no se fija en los míseros que gimen
sino en aquellos más afortunados.
Esto le pasó á Silvia en su infortunio,
su historia, que es la historia de la vida,
le pareció la sola en este mundo,
¡y hay tantas ediciones repetidas!

¡Pobre Silvia! tan joven, tan hermosa,
tan ávida de amor, y ser dichosa...
como la sensitiva
replega su corola,
reprimió su amoroso sentimiento
al verse triste, abandonada y sola.
Y esa tisis del alma,
ese dolor profundo
ese insomnio sin calma,
le fué robando el brillo de sus ojos
y la sonrisa de sus labios rojos.
Los médicos temieron por su vida,
diciendo á su marido:
que aquel pleito lo daban por perdido
si Silvia no dejaba
la mansión que habitaba,
que fuera á Italia á recobrar aliento;
pero la enferma con amargo acento
les dijo que era inútil su porfía,
que Dios había escuchado su lamento
y que tranquila y sin dolor moría.

Hizo venir á su tutor, que inquieto
no quería adivinar el gran secreto
que envenenó inclemente la existencia
de aquella pobre flor, sacrificada