Página:Ramos de violetas.djvu/49

Esta página ha sido validada
47
RAMOS DE VIOLETAS

no sabía que existieran los dolores;
y si bien en su esposo no encontraba
más que un cariño indiferente y frío,
como ella otra afección no recordaba,
no podía comprender el gran vacío
en que su amor inmenso fluctuaba.
Silvia perdió á sus padres en la cuna,
y su anciano tutor sin duda alguna
para quitarse cargos de conciencia,
decidió que la niña consagrara
al Ser Omnipotente su existencia.
Y á la huérfana bella en un convento
la sepultó con el mejor intento,
de que ignorando la mundana historia,
en Dios cifrara su ilusión, su gloria.

Pasó Silvia las horas de su infancia
dulces, serenas, plácidas, tranquilas,
pero á los quince años
brillaron sus pupilas
con un fulgor extraño,
con un fuego sombrío;
sus mejillas de rosa
tomaron el color de la azucena,
y su nevada frente
se cubrió con el triste amarillento
que produce la fiebre intermitente.
Las madres cuidadosas
al tutor avisaron presurosas;
vino éste acompañado
de un célebre doctor, el que mirando
á la linda criatura
que se iba lentamente marchitando,