No basta que á Dios pinten terrible en su venganza,
y el pecador temblando eleve una oración,
temiendo que á su muerte se incline la balanza
al lado en que se encuentra su eterna perdición.
Si el miedo no convence, ni juzga, ni razona,
¡si de la triste «sombra» jamás la luz brotó!
¿puede quererse acaso á un Dios que no perdona?
Podrá inspirar espanto, pero ternura no.
Si ya pasó del mundo el tiempo de su infancia,
¿porqué sin causa el hombre á Dios ha de temer?
¿porqué no se le instruye, que acabe su ignorancia
para que el Evangelio lo llegue á comprender?
Parece hasta imposible ¡oh! siglo diez y nueve!
que unido á tu adelanto y en pos de tu invención,
aun viva el fanatismo que hipócrita se atreve
á sugetar del hombre la libre inspiración.
Pero su afán es nulo, que el genio del «presente»,
el que á la ciencia impone la ley de su poder,
venciendo los escollos avanza lentamente,
porque el mortal no puede jamás retroceder.
«La libertad de cultos» nos brinda horas serenas
pero aunque dominara «la Santa Inquisición...»
protestarían los hombres, rompiendo sus «cadenas»,
porque protesta el tiempo, protesta «la razón».
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Ramos de violetas