Miscelánea
La religión romana empequeñece al hombre,
le quita su albedrío, su libre inspiración,
y al invocar sus labios de Dios el dulce nombre,
no late conmovido su helado corazón.
«Sepulcros blanqueados» son esos pobres seres
que acuden á los templos lo mismo que á un festín,
y creen que ya han cumplido con todos sus deberes
si asisten á la misa que rezan en latin.
Lenguaje desusado que el pueblo no comprende
y que su sentimiento no puede despertar.
¿Qué ha de sentir el hombre que escucha y que no entiende?
¿se puede acaso á un ciego la luz impresionar?
No basta que al creyente le digan: «Desgraciado,
un mundo de tormentos te espera, si al morir
no dejas á las almas que gimen en pecado
tus bienes que en responsos se deben consumir».