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Amalia D. Soler

arrojan á millares
nubes de fuego que la muerte llevan!
¡Todo ha brotado en confusión gigante,
caliginosa, ardiente,
de un modo exuberante:
en la grandiosa mente
del poderoso siglo diez y nueve,
que á su poder el mundo se conmueve!

«El le ha dicho al pasado:
duerman por siempre en la olvidada tumba
que tu misma ignorancia te ha labrado.
Duerman en paz tus ritos, tus costumbres,
tus ídolos, tus santos, tus altares,
tus doctos familiares;
tu sabio jesuitismo:
que sembró la semilla
de un profundo egoísmo.
Pasen tus monasterios, donde el hombre
desataba los lazos de familia
perdiendo hasta el recuerdo de su nombre.
Llegó la hora bendita,
en que el mortal comprenda la grandeza
de la eterna verdad por Dios escrita.»

Tiempo es ya, de que el genio se consagre
no á fantásticos sueños:
ya no existen los bardos que cantaban
en medio de ruínas:
los ídolos pasaron,
las cántigas guerreras
su puesto le usurparon,
escépticos que todo lo negaron