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AMALIA D. SOLER
Y aunque ha sido combatida
y humillada en su pureza,
resplandece su grandeza
de los siglos al través.
De la construcción humana
me gustan las catedrales,
con ventanas ojivales
y dudosa claridad.
Con sus naves silenciosas
y sus arcadas sombrías,
con sus graves melodías
y su triste magestad.
O en la cúspide de un monte,
una solitaria ermita,
donde el pecador medita
pensando en su porvenir.
¡Cuántas veces he rogado
en esos pobres asilos,
ignorados y tranquilos
donde se acaba el sufrir!
Cuando me encuentro en parajes
donde no hay templos de piedra,
ni ermitas, donde la hiedra
pueda su manto extender,
Busco en collados y en montes
magnífico santuario,