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RAMOS DE VIOLETAS

no hay unos ojos que lloren
con llanto del corazón.
Acuden al santuario
tranquilos y sonrientes,
murmurando indiferentes
por rutina una oración.

Oraciones estudiadas
sin sentimiento, ni anhelo,
se perderán, que en el cielo
no las pueden comprender.
Cuando en la mente angustiada
un eco doliente vibra,
y cuando fibra por fibra,
se deshace nuestro ser.

Entonces de nuestros labios
brotan frases incoherentes,
que suben puras y ardientes
hasta el trono del Señor.
Esa es la oración bendita
que el Omnipotente escucha;
—¡El gemido que en la lucha
lanza el triste pecador!—

Nuestra religión cristiana
es dulce y conmovedora,
es tierna y consoladora
como ninguna lo es.