Esa alma universal que al orbe llena
de perfumes, de luz y de colores,
que á todo lo existente lo encadena,
uniendo á los abrojos con las flores.
Esa balanza justa, indeclinable,
ese equilibrio eterno de la vida,
esa fuerza suprema é invariable,
que por ninguno ha sido comprendida.
En las hojas sagradas de los Vedas
los inspirados Yoguis consignaron,
que en los torrentes y en las auras ledas
un algo superior adivinaron.
En los Naskas de Persia, en esa historia
que á Zoroastro atribuyen las edades,
y en el Talmud, resúmen ó memoria
que guarda parabólicas verdades.
En la gran Biblia y el Corán bendito,
en esas legendarias tradiciones,
se vé al hombre buscando al infinito,
luchando entre sofismas y razones.
Sócrates, Platón y Xenofonte,
y todos los filósofos del mundo,
hallaron limitado este horizonte,
perdiéndose en un dédalo profundo.
¿Y cómo no perderse, cuando vemos
lo pobre que es la humana inteligencia,
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Amalia D. Soler