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Amalia D. Soler

lidad, bajo la forma de una mujer, te arrebate el cariño de tu esposo, te mueres joven y bella para dejarle un agradable recuerdo, y tu espíritu, que lentamente va dejando la envoltura corporal, sin perturbación, sin agonía, entrará en las desconocidas regiones del infinito, consagrando á los seres que te amaron aquí, una tierna predilección.

Tú no eres espiritista, y cuando yo te hablo del Espiritismo te sonríes con incredulidad, pero como el amor hace prodigios, y en un ser tan bueno como tú, mucho más, cuando yo te digo que velarás por él, que estarás á su lado, que enjugarás su llanto y que llegará un día que hablarás con él, cuando yo te pinto la eternidad de los efectos, entonces, ¡oh! entonces quieres creer en el Espiritismo. ¡Qué ciego no desea ver!

Fermina mía, para tu adelanto futuro te es necesario que fijes tu pensamiento en el más allá; no en el cielo ni en el infierno, no; sino en esa vida eterna, progresiva, ascendente; en esa perfección que nunca acaba: es preciso que borres del tiempo las tres etapas de ayer, hoy y mañana; el tiempo Es, no Fué ni Será. Es siempre inmutable, fijo y eterno.

Aprovecha los pocos días que te que-