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Amalia D. Soler

más grande que lo de aquí, algo que nos eleve sobre nuestra mísera condición, algo que nos acerque, sino á la perfectibilidad, al menos á la moral más pura, practicando las sublimes máximas del Evangelio. Imitemos á Cristo, y así como él dijo: «Mi reino no es de este mundo», digamos nosotros: para el espíritu como principio y fin no se formó la tierra; ésta es simplemente un lugar de reclusión para la humanidad, donde estamos confinados por más ó menos tiempo.


IV

Tu condena se cumplió, Sofía del alma; tu espíritu, libre de su pesada envoltura, reconocerá, aunque tarde, el error en que ha vivido y tal vez vendrás de nuevo á seguir tu peregrinación.

Ahora sí que te acordarás de mí y uno de mis fervientes votos es que puedas comunicarte conmigo.

¡Dichosos los médiums que obtienen los señalados favores de trasmitir los pensamientos de los moradores de ultratumba!

Dicen que los poetas somos médiums inspirados; pues bien, querida mía, inspírame tú, germina en mi mente tus poéti-