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Amalia D. Soler

Dios quiere de familia el lazo sacrosanto,
dos almas que comprendan que amarse es un deber,
no reclusión estéril ni el infecundo llanto,
sino la unión bendita del hombre y la mujer.
 
Si la moral cristiana nunca exigió cilicios,
ni bárbaros azotes, ni ayuno y soledad,
si sólo pide al hombre, se aleje de los vicios
y sea un tipo perfecto de amor y de humildad.

¿De qué sirve que al cuerpo lo cubra la estameña
si guarda el pensamiento un mundo de ambición?
De monjes y de frailes, la historia nos enseña
que límites no tuvo su gran dominación.

¿Qué dijo S. Ignacio cuando dejó este mundo?
os lego él universo, seguid y adelantad.
¡Político gigante, cuyo saber profundo
esclavizó á su antojo la humana sociedad!

Lo que instituye el hombre, el tiempo lo desquicia,
porque su falsa base le obliga á sucumbir;
en cambio siempre vive la celestial justicia,
para ella no hay presente, ni ayer, ni porvenir.
 
Asi, pobres mortales, dejad el loco empeño
de votos y promesas, cilicio y soledad,
del torpe fanatismo, dejad el triste sueño,
y las divinas leyes humildes practicad.
 
Cumplamos lo que dicen los santos mandamientos;
amemos al Eterno con todo el corazón,