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Ramos de violetas

tares, comunidades religiosas, todo cambiado, esto va á ser el caos...

— El caos lo es ahora, Sor Inés, en que no hay más que interés individual; pero la tarde toca a su fin y no quiero distraerla por más tiempo de sus ocupaciones. Adios, señora, y gracias mil por su amabilidad.

— No las merece, Amalia; yo he tenido mucho gusto en complacer á V. y ya que tanto le interesa Celia, venga V. á verme y hablará con ella, y ésta le contará varios sueños que ha tenido, proféticos se puede decir, y vé visiones, porque siempre está viendo á su padre.

— Ya me ha dicho V. bastante para que yo vuelva pronto.

— Cuando V. quiera. Amalia, adios.

Me separé de Sor Inés, y al momento de llegar á casa, te cuento como me la han contado, la historia de la pobre Celia; que debe ser médium vidente; desgraciada criatura sacrificada en aras de la más torpe aberración.

¡Cuántas historias dolorosas encierran los confesionarios! Luchas políticas que no son más que guerras fratricidas, dramas ocultos en el hogar doméstico, pasiones violentas y contrariadas por falsos votos; todo ha brotado de estos centros de hipocresía y de espionaje.