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Amalia D. Soler

no tuve ni aún el triste consuelo de recibir su último suspiro.

Sola con mi infortunio y con el recuerdo de Luís, pobre ser sacrificado en aras del más tiránico fanatismo, no te puedo explicar como viví cinco años, hasta que Dios tuvo misericordia de mí, y pude colocar á Celia en este establecimiento, donde fué tan bien recibida, que ha sido el único goce que he tenido en mi dolor.

Algo más tranquila, me dediqué á bordar, y así subvenía á mis cortas atenciones. A mi familia, nunca tuve valor para pedirle nada, convencida que no recibiría más que su desprecio. Así he vivido, hasta que hace un año se apoderó de mí una fiebre lenta, pero que me ha ido consumiendo. He agotado mis escasos recursos, y no he querido entrar en un hospital, porque entonces no podría salir á ver á mi hija. ¡Se quiere tanto á los hijos! que si no fuera por ella me hubiera suicidado hace mucho tiempo.

¿Qué le diré á V. más, Amalia? Que á fuerza de cuidados, pude conseguir que Magdalena recobrara en algo su perdida salud. Una sobrina mía la tiene recogida en su casa, pero el remedio ha llegado demasiado tarde; parece que ha perdido la vida de relación y para que tome algún ali-