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se ha llevado, no tan sólo la esperanza, sino hasta el deseo de curar.
España prefiere su carrito de paralítica, llevado atrás y adelante por el vaivén de los sucesos ciegos, al rudo trabajo de rehacer su voluntad y enderezarse.
Para serla agradable, no turbemos su egoísmo de enferma con vanos reproches y aunque la enfermedad acrezca...¡silencio!... ni una palabra.
Dejémosla dormir; dejémosla morir.
Cuando apunte otra España nueva, ¡enterremos alegremente á la que hoy agoniza!
Madrid, Abril de 1897.