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Los hombres y los pueblos, colocados frente al ciego dinamismo de la naturaleza, sólo proceden de tres modos; oponiéndose á los hechos fatales, en cuyo caso luchan y padecen para ser arrollados á la postre: aceptando con desmayada resignación lo indefectible, y entonces se arrastran en una angustia perdurable; ó bien fundiéndose con el movimiento de las cosas, deseándolas hasta en las penas, para que el ensueño de creación haga triunfal nuestra carrera por la vida.

A mi juicio se encuentra España en los comienzos de una grande y necesaria lucha económica, lucha de capitales. de cuyas resultas quedará plantada en mitad del arroyo—además de la producción débil—la mayoría de esa clase media, salida de la Universidad y de las Academias, que forma el núcleo de los actuales partidos políticos y cuyo porvenir depende de los presupuestos del Estado, de las provincias y de los municipios.

El problema, por lo tanto, se plantea en estos términos. Si España presenta una resistencia invencible á la iniciada industrialización burguesa, nuestra nacionalidad será arrollada por extranjeras manos. Si España, con inerte pasividad, se deja llevar por la corriente de lo irremediable, prolongaremos, por tiempo indefinido, esta agonía. Y si España camina con decidido paso hacia adelan-