Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/86

Esta página no ha sido corregida
84
 

también el de mi existencia; que mi alma, según dicen, puede exhalarse en un suspiro; que arrebatándome la inocencia de mi amor me habríais, al mismo tiempo, arrebatado la vida, y que creyendo tener vuestra felicidad entre los brazos, no habríais poseído más que a una sombra y no encontraríais luego más que la muerte!...

Permanecimos mucho tiempo sin voz. Al fin, con un suspiro arrancado del fondo de mi pecho:

—Os he comprendido—dije, y en mi corazón había jurado la eterna inocencia de mi amor antes que hubieseis acabado de pedírmelo.

XXII

Mi resignación pareció colmarla de dicha y redoblar el encantador abandono de su ternura. Había caído la noche sobre el lago; las estrellas se miraban en él; los grandes silencios de la Naturaleza adormecian la tierra. Los vientos, los árboles, las olas nos dejaban ofr en nosotros mismos las fugitivas impresiones del sentimiento o del pensamiento que hablan en voz baja en los corazones dichosos. Los bateleros cantaban a ratas esas salmodias rastreantes y monótonas que se parecen a las ondulaciones musicales de las olas en la playa. Esto me hizo pensar en su voz, que resonaba sin cesar en mi oído.

¡Ah!, si señalaseis para mí esta noche deliciosa lanzando algunos acentos a esas olas y a