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demasiado tarde para vivir! ¡Ah! ¡Ahora querría yo vivir siglos para prolongar el sentimiento de esos ojos que lloraban por mí; de esas manos juntas que oraban por mí; de esa alma que se apiadaba de mí, y de esa voz—añadió descubriéndose de pronto los ojos, que miraban al cielo—, de esa voz que me ha llamado hermana!... ¡Y que no dejará de darme ese dulce nombre—prosiguió, con tierna interrogación en la mirada y el acento, ni durante mi vida ni después de mi muerte!..."

XX

Caí, abrumado de felicidad, a sus pies; mi boca se posó en ellos, sin poder encontrar una palabra. Of los pasos de los bateleros, que venían a decirnos que el lago estaba en calma y que quedaba justamente el tiempo para pasar antes de la noche a la orilla de Saboya. Nos levantamos para seguirlos. Andábamos los dos con pasos vacilantes, como ebrios. ¡Oh, quién podría describir lo que yo experimentaba sintiendo el paso de su cuerpo, ligero pero abatido por el sufrimiento, apoyarse deliciosamente sobre mí, como si ella involuntariamente se complaciese en pensar y hacerme pensar que yo era para en adelante el único sostén de su decaimiento, la sola confianza de su debilidad, el único punto de apoyo que la impedía desprenderse de la tierra! ¡Todavía oigo, al cabo de veinte años transcuridos desde aque-