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curidad de la suerte y que atrae el vicio, como el brillo del oro provoca el hurto. ¿Dónde pensáis resguardaros de esas tristezas o de esos pelignos de la vida?.

”—No lo sé—le dije; ni veo, desde hace tiempo, que puedan salvarme de mi destino más que la muerte o Dios.

"—¡Oh!—repuso con una sonrisa indecisa y triste—; habría otra salvación, en la cual he pensado y que casi no me atrevo a proponeros.

"Decid, señor le respondi—; hace tanto tiempo que tenéis para mí la mirada y el acento de un padre, que, al obedeceros, me parecerá que obedezco al mío.

"Un padre?—replicó—. Oh!, mil veces dichoso el que tuviera una hija como vos! Perdonadme si he osado concebir semejante sueño, Escuchadme— me dijo, con una voz más grave y tiermay respondedme con toda libertad y con toda la reflexión de vuestro corazón.

"Llego ya a mis últimos años; la tumba no ha de tardar mucho en abrirse para mí; no tengo parientes a quien legar mi única herencia: la modesta fama de mi nombre y la poca fortuna que mis obras me han proporcionado. He vivido solo hasta ahora, exclusivamente absorbido por los estudios que han gastado e ilustrado mi existencia. Llego al fin de la vida y advierto con dolor que no he empezado a vivir, porque no he pensado en amar. Es demasiado tarde pana volver sobre mis pasos y emprender el camino de