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todo lo perdona... Le descubrí mi alma, y él derramó sobre ella la luz y la vida de Dios... ¡Oh, qué bueno es Dios, qué indulgente; cuán lleno de mansedumbre! ¡Qué poco le conocíamos! ¡El me permite que os ame, que seáis mi hermano, que ya sea en la tierra vuestra hermana, si vivo, y allá arriba vuestro ángel si muero!... ¡Oh Rafael! ¡Amémosle, puesto que El quería que nos amásemos como nos amamos!..." Debajo había una crucecita, y como la impresión de un beso en derredor.

CIII

Otra carta, escrita con letra muy alterada, y cuyos caracteres se cruzaban y mezclaban en el papel, como trazados en tiniebla, decía:

"Rafael! Quiero deciros una palabra más.

Mañana quizá ya no podré. Cuando yo haya muerto, no muráis vos. Yo velaré por vos allá arriba. Yo seré buena y poderosa como ese Dios tan bueno con quien voy a reunirme... Amad después de mí... Dios os enviará otra hermana, que será, además, una santa compañera de vuestra vida... Se lo pediré yo misma... ¡No temáis afligir mi alma, Rafael!... Yo celosa en el cielo de vuestra dicha ?... Después de haberos dicho eso me siento mejor. Alain os enviará estos pensamientos y un mechón de mi cabello. Voy a dormir..." 1 I