Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/243

Esta página no ha sido corregida
241
 

me de preocupaciones!—, la retenía en París más de lo que tenía pensado. Pero me invitaba a marchar sin más tardanza y a esperarla en Saboya.

Allí se uniría a mí, sin falta, a fines de octubre.

Aquella carta estaba llena de las más tiernas recomendaciones que puede una hermana hacer a su hermano querido. Me suplicaba y me ordenaba, con la autoridad soberana de su amor, que estuviese alerta contra una enfermedad que a veces se incuba bajo las más floridas apariencias de la juventud, y la deseca y la quiebra de pronto cuando se cree haberla vencido. Con su carta venía una consulta y una receta de su médico y médieo mío, el compasivo doctor Alain. La receta me imponía, en los términos más imperativos y bajo las más alarmantes amenazas, una larga permanencia en los baños de Aix. Enseñé esta conminación del doctor Alain a mi madre para dar motivo a mi partida. A mi madre se le sobresaltó el corazón de tal manera, que no cesaba de unir sus ruegos a las prescripciones médicas para obligarme a marchar. Mas, ¡ay!, que en vano me dirigí a algunos amigos tan pobres como yo, y a algunos usureros crueles, en demanda de la mísera suma de doce luises que necesitaba para el viaje. Mi padre llevaba seis meses ausente. Mi madre no quería, por nada del mundo, pedirle dinero, porque era agravar sus dificultades y sus inquietudes; ni podía pedir prestado sin descubrir ana penuria que ya la tenía bastante hu millada. Me dispuse a emprender el viaje con dos RAFAEL 16