Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/231

Esta página no ha sido corregida
229
 

LXXXIX

Los gastos que me veía obligado a hacer ocultando a Julia el sacrificio para acompañarla todos los días al campo habían consumido en poco tiempo el producto de la venta del último diamante de mi madre, hasta tal punto, que ya sólo me quedaban diez luises. Al contar por la noche los pocos días dichosos que me representaba tan débil suma, caí en accesos de desesperación. Me habría avergonzado de referir el extremo de mi indigencia a la que amaba. No era muy rica ella tampoco, pero habría querido darme cuanto poseía. Mis relaciones con ella se habrían degradado a mis ojos. Para mí era antes el amor que la vida, pero antes habría muerto que envilecer mi amor.

La vida sedentaria que había llevado todo el invierno en la obscuridad de mi alcoba; la obstinación de mis estudios por el dia; la tensión de un pensamiento único; la ausencia del sueño por la noche, y, sobre todo, el agotamiento moral que el perpetuo desbordamiento de las fuerzas del alma hace sufrir a un corazón demasiado débil para ser capaz de un éxtasis continuo de diez meses, habían minado mi organismo. Yo ya no era sino una llama que arde sin alimento bajo un rostro pálido y demacrado, llama que al fin consumiría su propio hogar. Julia me instaba para que fuese a respirar el aire natal y conservase mi vida aun