Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/225

Esta página no ha sido corregida
223
 

en la corteza, con una incisión que me permitirá reconocerlos siempre! ¡Son aquellos de cuya sombra gozó ella, aquellos a cuyos pies respiró una ola de vida, un rayo de sol o una bocanada de fragancias del bosque! ¡El paseante los ve sin sospechar que son para alguien las columnas de un templo cuyo adorador permanece en la tierra y cuya divinidad está en el cielo! Todavía voy a visitarlos una o dos veces cada primavera, en los aniversarios de aquellos paseos. ¡Cuando el hacha los abate me parece que me hiere a mí mismo y que se lleva un trozo de mi corazón!

LXXXVII

Hay una cima, la más elevada y habitualmente más solitaria del parque de Saint—Cloud, allí donde el lomo de la colina se ensancha para declinar por dos pendientes contrapuestas, una hacia el vallejo de Sevres, la otra hacia la concavidad del castillo, encrucijada donde se enlazan tres largas avenidas. Al encontrarse allí las avenidas forman una ancha pradera sin árboles. Desde ella se ve de lejos al raro paseante que se aproxima y puede venir a turbar la tranquilidad. Desde el collado se domina la llanada de Issy, el curso del Sena y el camino de Versalles. Encajonado entre las tres lenguas de bosque, que avanzan en triângulo; sumergido en las largas sombras de los árboles que le rodean, parece la cuenca re-