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bebo como la gota de sangre del suplicio divino de nuestra alma, que en los millares de deseos saciados y de voluptuosidades culpables en que sc encenagan los vulgares cariños que echáis de menos por mí? Os ha parecido alguna vez que yo deseara algo más que este sufrimiento común, que hace de nosotros dos víctimas voluntarias y puras? No es éste un holocausto de amor como tal vez desde Eloísa no se había ofrecido en espectáculo a los ángeles? ¿Me he quejado yo nunca al destino, ni aun en el delirio de mis horas solitarias, por haberme elevado, para vos y por vos, sobre la condición de los hombres? El me ha dado a amar en vos, no una mujer a quien se puede estrechar y marchitar entre brazos mortales, sino una encarnación impalpable y sagrada de la belleza inmaterial. El fuego celeste en que deliciosamente me abraso, ¿no consume todo el carbón de los vulgares deseos? ¿No me convierte todo entero en llama? Y esta llama, ¿no es tan pura y tan suave como los rayos de vuestra alma, que la han encendido y la alimentan eternamente para vuestros ojos? ¡Ah Julia; tened de vos una idea más digna de vos misma, y no lloréis por las penas que creéis infligirme! Yo no sufro. Mi vida es un continuo desbordamiento de felicidad, está llena sólo de vos; es una paz, un sueño que vos inspiráis. Me habéis transformado en otra naturaleza. ¿Sufrir yo? IAh, yo querría algunas veces sufrir, en efecto, para tener algo que ofrecer al destino en pago de lo que él me ha dado en vos, RAFAEL 14