Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/193

Esta página no ha sido corregida
191
 

sencia y de su alma. Verla, oírla y no poseerla yo solo era para mí más cruel en algunas ocasiones que no verla en absoluto.

LXXI

Para matar el tiempo, paseaba de punta a punta el puente que cruza el Sena casi enfrente de la casa que habitaba Julia. ¡Cuántas miles de veces no habré yo contado las losas de ese puente, que resonaban a mi paso! ¡Cuántas monedas de cobre no habré echado, al pasar, en el platillo de hoja de lata del pobre ciego sentado, nevase o lloviese, al pie del parapeto de ese puente! ¡Suplicaba yo que mi óbolo, resonando en el corazón del infeliz, y repercutiendo desde allí en el oído de Dios, me deparase en premio la marcha de uno de los importunos que retardaban mi dicha y la seguridad de una larga noche!

Sabiendo Julia cuánto me desagradaba encontrar extraños en su casa, tenía convenida conmigo una señía que, desde lejos, había de comuni carme la ausencia o la presencia de visitantes en su saloncillo. Cuando había gente, las maderas de su ventana estaban cerradas, y yo no veía más que el resplandor de las bujías que se filtraba entre los dos batientes. Cuando no había más que uno o dos íntimos que iban a retirarse, uno de los dos batientes aparecía cerrado. Y cuando se habían ido todos, los dos batientes se