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sirva para vivir en París unas semanas más! ¡Es la última prenda de ternura que yo entrego por ti a la lotería de la Providencia! Te traerá buena 'suerte, porque con ese anillo van tódas mis oraciones, toda mi ternura y toda mi solicitud." Cogí el anillo besando la mano de mi madre y dejando caer sobre el diamante una lágrima. No me sirvió, ¡ay!, para buscar o esperar el favor de los hombres poderosos y los príncipes, que huían de mi obscuridad, pero sí para vivir tres meses la vida del corazón, un solo día de la cual vale por siglos de grandezas. Aquel diamante sagrado fué para mí la perla de Cleopatra disuelta en la copa de mi vida, donde bebí algún tiempo el amor y la felicidad.

LVIII

Cambié, no obstante, en aquel momento de naturaleza por respeto a los multiplicados sacrificios de mi pobre madre y por la concentración de todos mis pensamientos en uno solo: volver a ver lo que amaba y prolongar lo más posible, mediante la más estrecha economía, los contados días que había de pasar cerca de Julia. Me hice calculador y avaro, como un viejo, del poco oro que llevaba. Parecíame que cada pequeña cantidad que gastaba era una hora de mi felicidad o una gota de mi vida que se perdía. Decidí vivir, como Juan Jacobo Rousseau, con nada o con poco;