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juventud se consume en la ociosidad de un pueblo o desvariando por los campos. Siempre he esperado que los dones de Dios, a quien he bendecido en ti, desde tu primera infancia, te harían notable en el mundo y te abrirían algún camino de fortuna y honor. La pobreza con que luchamos no nos permite abrírtele nosotros mismos.

Dios no lo ha querido hasta ahora. Hay que someterse con resignación a su voluntad, que siempre es lo mejor. Pero te veo, con desesperanza, sumido en ese decaimiento moral que sucede a los esfuerzos infructuosos. Tentemos una vez más el destino. Parte, puesto que el suelo de este país te abrasa los pies. Vive en París algún tiempo.

Llama con reserva y dignidad a las puertas de los antiguos amigos de nuestra familia que hoy gozan de renombre. Da a conocer los escasos talentos que la Naturaleza y el trabajo te han dado.

Es imposible que los jefes del nuevo Gobierno no quieran rodearse de jóvenes capaces, como tú lo serás, de servir, sostener y decorar el reinado de los príncipes que Dios nos ha dado. Tu pobre padre, bastante trabajo tiene con educar a sus seis hijos y no caer por bajo de su rango en los apuros de nuestra vida rústica. Tus otros parientes son buenos y cariñosos, pero no quieren comprender que necesita acción y aire que respirar la actividad devoradora de un alma de veinte años. Aquí tienes mi última joya." Prometí a mi madre no desprenderme de ella sino en un caso de suprema necesidad. "Tómala, véndela; que te