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bajo la pluma del hombre. La mujer no tiene estilo; por eso lo dice todo tan bien. El estilo es una vestidura. Eu la boca o en la mano de la mujer está su alma desnuda. Ella surge del sentimiento en desnudez. Nace de sí misma, se asombra de haber nacido y no sabe que ha hablado cuando se la adora ya.

LVI

¡Qué cartas, qué Ilama, qué claroscuro, qué colores, qué acentos, qué fuego y qué pureza confundidos, como el destello y la limpidez en el diamante, como el ardor y el pudor en la frente de uma joven enamorada! ¡Qué fuerte candor! ¡Qué inagotable efusión! ¡Qué súbito rehacerse er el desfallecimiento! Qué cantos y qué gritos! Luego, qué tristes retrocesos, como notas inesperadas al final de una canción! Después, qué acariciadoras palabras que yo sentía pasar por mi frente como cuando la madre sopla jugando en la frente de su niño, que sonríe! ¡Y qué voluptuoso arrullo de palabras a media voz y de frases delirantes y balbucientes que parecen envcvaros en rayos de luz, en murmullos, en perfumes, en calma, y conduciros insensiblemente, por el apagamiento de las sillabas, al reposo del amor, al sueño diel a'ma, hasta el beso sobre la página que dice: "¡Adiós!"; ¡adiós y beso que uno recoge sin ruido, como fué puesto por los labios!