Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/164

Esta página no ha sido corregida
162
 

ciase aquellas oraciones a ciertas horas del día y de la noche en que yo las pronunciaría también, para que nuestros pensamientos, unidos en las mismas palabras, se elevaran juntos a la misma hora en una misma invocación. Y luego dejaba correr mis lágrimas, que ponían sobre las palabras huellas más elocuentes y más íntimas, sin duda, que las palabras mismas. Iba a echar al correo furtivamente aquella medula de mis huesos. Al volver me sentía exonerado, como si hubiese arrojado una parte del peso de mi propio corazón.

LV

Pero cualesquiera que fuesen mis esfuerzos continuos, la perpetua tensión de mi imaginación fogosa y joven para encender mis cartas en el fuego que me consumía, para crear un lenguaje a mis suspiros y para hacer que mi a'ma, vertiéndose hirviente en el papel, salvase la distancia que la separaba de la suya, en este combate contra la impotencia de expresión resultaba siempre vencido por Julia. Sus cartas tenían más intensidad en una frase que las mías en mis ocho páginas; se respiraba su aliento en las palabras.

Se veía su mirada en las líneas; se sentía en sus frases el calor de los labios que acababa de inspirarlas. Nada de ella se evaporaba en esa lenta y pesada transición del skentimiento a la palabra que deja enfriar y palidecer la lava del corazón