Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/162

Esta página no ha sido corregida
160
 

el grito de mi corazón y me había entendido.

Cuando me levantaba de la silla, después de este rudo y delicioso combate con las palabras, la pluma y el papel, recuerdo que, a pesar del frío de mi estancia en invierno, corría un sudor helado por mi frente. Abría la ventana para refrescarme y enjugarme los cabellos.

LIV

Pero mis cartas no eran sólo gritos de amor, eran más frecuentemente invocaciones, contemplaciones, ensueños sobre lo porvenir, perspectivas ceIestes, consuelos, plegamias.

Aquel amor, privado por su naturaleza de todas las voluptuosidades que desahogan el corazón al satisfacer los sentidos, había mreabierto en mí las fuentes de la piedad, enturbiadas o agotadas por los placeres viles. Este sentimiento se elevaba en mi alma a la altura y la pureza del amor divino.

Yo hacía por alzar conmigo hasta el cielo, en las alas de mi imaginacin exaltada. y casi mística, aquella segunda alma doliente y seca. ¡Hablaba de Dios, único ser bastante perfecto para haber creado aquella perfección sobrehumana de belleza, inteligencia y termura; único Ser bastante grande para contener la inmensidad de nuestras aspiraciones; único Ser infinito e inagotable para absorber y sepultar en su seno el amor que había encendido en nosotros para que su llama, al consumirnos