Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/156

Esta página no ha sido corregida
154
 

LI

¡Cuán largos fueron los dos meses que tuve que pasar lejos de ella en el campo, o en la ciudad, en la casa de mi padre, hasta que llegase la época en que habíamos de neunirnos en París!

En los tres o cuatro meses que acababan de transcurrir había yo agotado la pensión que me pasaba mi padre, los recursos de la ternura de mi madre y la bolsa de mis amigos para pagar las deudas que la disipación, el juego y los viajes me habían hecho contraer. No contaba con ningún medio de procurarme la pequeña suma necesaria para ir a París y vivir allí, aunque fuese en el aislamiento y la privación. Había que esperar al mes de enero, plazo en que 'mi padre me pagaba uno de los cuartos de pensión, y época también en que un tío, rico pero severo, y unas viejas tías, buenas pero prudentes, tenían la costumbre de hacerme algunos regalillos. Esperaba, con la ayuda de todos aquellos recursos, reunir seis u ochocientos francos, cantidad suficiente para sostenerme unos meses en París. Mi vanidad no había de sufrir por tal mediocridad, porque mi vida estaba sólo en mi amor.

Todas las riquezas del mundo no me habrían servido más que para comprar el momento del día que yo aspiraba a pasar junto a ella!

Pasé los días de espera pensando en ella solamente. Los dos nos habíamos consagrado todas