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nes y ser el Sursum corda de las imaginaciones elegidas. Por parte de Luis, el amor no podía llegar adonde llegaba el entusiasmo. Su tierno corazón, enfermizo y herido precozmente, estaba entonces lleno de la conmovedora imagen de una pobre y piadosa huérfana emparentada con él.

Su felicidad habría consistido en casarse con ella para vivir en paz y obscuridad en una casita de los campos de Chambery. La falta de foruna de los dos pobres amantes los retenía en los límites de una tierna y triste amistad, temerosos de arrastrar un apellido en la indigencia y de legar la miseria a sus hijos. La joven murió unos años más tarde, de desaliento y de soledad. Fué una de las más dulces figuras que yo he visto extinguirse por falta de un poco de favor de la suerte. Su rostro, donde todavía quedaba el resto de una floreciente juventud, tan pronta a reflorecer como a apagarse, era la más graciosa y sublime imagen de esa virtud del infortunio que se llama resignación. Se quedó ciega a fuerza de llorar en secreto durante sus largos años de espera e incertidumbre. La encontré una vez en uno de mis regresos de Italia. Llevábala de la mano una de sus hermanitas por las calles de Chambery. Cuando oyó mi voz, palideció y buscó a tientas un apoyo para su mano ciega.

"¡Perdón! me dijo—, Es que cuando yo oía esa voz en otros tiempos, escuchaba otra con ella." ¡Pobre muchachaj Hoy oye desde el cielo la voz de su amante.