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Vámonos—me dijo—; tengo frío. Este sitio no es bueno para nosotros!" Dimos a la buena maijer unas monedas, y tomamos lentamente el camino de Chambery.

XLV

Al dia siguiente salía Julia para Lyón, Por la noche vino a vernos Luis... a nuestro hospedaje. Le decidí a partir conmigo para pasar unas semanas en la casa de mi padre, situada en el camino de París a Lyón. Marchamos juntos. Entre los alquiladores de coches de Chambery buscamos una carretela, con la cual seguiríamos en posta al coche de mi amiga hasta la población donde era forzoso separarnos. Hallamos lo que buscábamos.

Antes del alba estábamos ya de camino y galopábamos silenciosos por las sinuosas gargantas saboyanas que en el puente de Beauvoisin se abren sobre las llanuras pedregosas y monótonas del Delfinado. A cada relevo nos apeábamos para ir al carruaje delantero e informarnos de la salud de la pobre enferma. ¡Ay! Cada giro de rueda que la alejaba del manantial de vida que había encontrado en Saboya, parecía robarle los colores y devolver a sus ojos aquel desfallecimiento y aquella sorda fiebre que me habían impresionado, como la belleza de la muerte, la primera vez que la vi. La proximidad del momento en que habíamos de separarnos la oprimían visiblemen-