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to lloramos! ¡Y cuánto tiempo lloramos! El ruido de nuestros sollozes, sofocados con las manos, se confundía con los sollozos del agua en la arena. Nuestras lágrimas formaban leves rizos en el agua que dormía a nuestros pies. Al cabo de veinte años no puedo recordarlo sin sollozar todavía!

¡Oh, hombres! No os inquietéis por vuestros sentimientos y no temáis que el tiempo se los lleve. No existen el hoy ni el mañana en las resonancias de la memoria; sólo existe el siempre.

El que ya no siente, es que nunca ha sentido.

Hay dos memorías: la memoria de los sentidos, que se desgasta con ellos y que deja perder las cosas perecederas, y la memoria del alma, para la cual no existe el tiempo, que vuelve a ver a vez todos los puntos del pasado y del presente de su existencia; facultad del alma que tiene, comd el alma misma, la ubicuidad, la universalidad y la inmortalidad del espíritu! Tranquilizaos los que amáis: el tiempo no tiene poder sino sobre las horas, no sobre las almas.

XL

Intenté hablarle, pero no pude. Hablaron mis sollozos, juraron mis lágrimas. Nos levantamos para reunirnos con los espoliques. Volvimos, a la luz del sol poniente, por la larga calle de álamos deshoj ados, donde ella había retenido tanto