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antes de morir, que, amaba. Yo era para ella un hermano. Poco la habría importado que para los demás fuese un poeta. En su amor no había de mí nada que no fuese yo mismo.

Una sola vez le revelé involuntariamente un débil don de poesía, que ella estaba muy lejos de sospechar o de desear en mí. Mi amigo Luis..había venido a pasar unos días con nosotros. Habíamos llegado a la media noche entretenidos en lecturas, conversaciones íntimas, sueños en alta voz, tristezas y sonrisas. Comentábamos los tres que nuestros destinos, que poco antes se ignoraban mutuamente, se viesen ahora recogidos e identificados bajo el mismo techo, en un rincón del mismo hogar, a los murmullos de las mismas tempestades de otoño, en una casita de las montañas de Saboya; intentábamos adivinar por qué combinación de la Providencia o del azar los mismos vientos de la vida nos dispersarfan o nos reunirían de nuevo. Tales ojeadas al horizonte de nuestras vidas futuras habían acabado por entristecernos.

Quedamos mudos ante la mesita de te en que estábamos acodados. Al fin, Luis, que era poeta, sintió surgir. en su a'ma una nota de melancoIfa, y quiso escribirle. Le dió ella lápiz y papel, y él escribió, sobre el mármol de la chimenca, algunas estrofas muy lastimeras, bañadas en llanto, como las estrofas fúnebres de Gilbert.

Luis tenía semejanza como poeta con Gilbert; habría podido escribir esas estrofas, que durarán