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voluntad suprema e inmortal no ha querido inspirarse y dejarse exorar por el que reza, haciendo así que el hombre, mediante la invocación, participe del mecanismo de su propio destino?

¿Quién sabe si Dios, en su amor y en su perpetua bendición sobre todos los seres amados de él habrá querido dejarles esa relación con él como cadena invisible que suspenda de su pensamiento el de los mundos? ¿Quién sabe si en su majestuosa soledad, poblada por él sólo, no habrá querido que ese viviente murmullo, esa inextinguible conversación con la Naturaleza se elevase y descendiese sin cesar en todos los puntos del infinito entre él y todos los seres que él vivifica, acaricia y ama?

En todos los casos, la oración es el más sublime privilegio del hombre, porque es el que le permite hablar a Dios; había Dios de ser sordo a nuestras voces, y aun le rogaríamos; ¡porque si su grandeza estaba en no oírnos, la nuestra estaría en rezarle!" Observé que mis razonamientos la enternecían sin convencerla; que su alma, algo desecada por la ciencia, todavía no había abierto sus fuentes hacia Dios. Pero el amor, después de haber enternecido su corazón, iba pronto a enternecer sus creencias; las delicias y las angustias de la pasión iban a hacer que en su corazón se abriesen la adoración y la oración como dos perfumes del alma que arde y languidece: el uno, lleno de embriaguez; el otro, lleno de lágrimas; los dos, divinos.